Quiero contarte una de las mayores lecciones de mi vida, que considero el punto de partida para hoy hablar sobre liderazgo a grandes empresas del país y a mis alumnos en la maestría.
Era el año 1996, tenía 18 años y me sentía perdido. Había pasado de tener seguridad financiera a no tener recursos para estudiar una carrera a causa de la temprana muerte de mi padre.
Sin muchas opciones laborales, tomé un empleo como cajero en una institución financiera.
Y sin saber en qué me había metido, en los primeros días lo descubrí…
→ El ambiente laboral estaba lleno de agresión, estrés y caos.
→ Los clientes venían molestos, nos insultaban e incluso nos agredían.
→ El clima laboral no era bueno. La palabra compañerismo prácticamente no existía.
→ Había un alto índice de rotación y de ausentismo laboral.
Poco a poco esto empezó a afectar mi vida. Al llegar la noche, me costaba conciliar el sueño. En mi diálogo interno surgía la pregunta: “¿Qué estoy pagando?”
Pasó el tiempo, llegó una nueva noche, tan deprimente como la anterior. Pero esta vez no me podía permitir seguir de la misma forma. No podía dejar que mi entorno definiera mi destino. Esa noche pensé: “¿Acaso esa gente que viene tan frustrada y me agrede no se siente igual que yo? ¿Qué pasaría si trato con amabilidad a los que vienen con mala actitud?”
Ese fue el inicio de mi evolución. Dejé de enfocarme solo en mí y en mis problemas y busqué, dentro de lo posible, mejorar la vida de los demás en medio de toda esta situación.
Hacía más de lo que se me pedía, encontré formas de ser más eficiente y buscaba ayudar a mis jefes en sus obligaciones. Hasta que un día me seleccionaron como reemplazo de uno de ellos, y a partir de ese momento todo cambió para bien.
Empecé a guiar a mi equipo, que antes habían sido mis compañeros. Los involucraba en la toma de decisiones. Les inculcaba los valores y actitudes que me habían llevado hasta ahí. Los motivaba y los impulsaba a ser mejores.
En poco tiempo, la agencia experimentó una transformación radical:
→ Pasamos de trabajar en un ambiente hostil a uno de colaboración y eficacia.
→ Cada miembro del equipo empezó a tener confianza en sí mismo.
→ Aumentó la productividad y alcanzamos resultados nunca antes vistos en esa agencia.
→ Supervisé la apertura de 9 agencias que permitieron un crecimiento del 80 % en las operaciones.
Así nace mi pasión por la gestión de personas. Y hoy, varios de los integrantes de ese gran equipo son gerentes en diferentes empresas. No puedo negar que me resulta altamente gratificante ver cómo ese cambio en mis actitudes pudo contribuir, de alguna manera, al desarrollo profesional de estas personas.
Esta experiencia me llevó a comprender que el liderazgo no gira en torno a nosotros, sino que comienza dentro de nosotros. Que nuestras actitudes tienen el poder de impactar, inspirar y transformar la vida de los demás.
Y para ti, ¿qué significa el liderazgo?
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